(Zappa)
Monday, February 27, 2006
Wednesday, February 22, 2006
Wednesday, February 15, 2006
yo siento las olas
sin titubeo quisiera lanzarme al acantilado
ver si mi sangre corre igual que ayer
conocerte desde abajo
igual que siempre
con el atardecer sentirme secar.
Tu mirada que logra absorberme,
intento escurrir lo más posible
para así llenar tus ojos
darte un mar
con una navaja abrir mi desierto
y nadar en tu inmensidad.
Monday, February 06, 2006
Segundo Episodio
Una vez más se encontraba en la alcoba de aquella pedante, la escena decadente a la cual estaba habituada, en cada rincón del suelo podía avistar papeles, colillas, basura, y el aire pesado de un cuarto consumido por la depresión. Realmente no era intención de Sexo casual repetir el encuentro, pero había olvidado su billetera el fin de semana y en un intento por recuperarla su ineludible naturaleza tomó personaje, llevada por la indiferencia optó por tomar la oportunidad, ya concluido el acto salió semidesnuda de la habitación cruzó el pasillo y entró al baño, siempre hacía lo mismo, de forma inconciente pretendía así eludir cualquier lazo sentimental.
Buscó el encendedor, lo había dejado sobre la cama, cualquier cosa menos regresar con ella, abrió la gaveta del lavabo, una caja de fósforos y varios frascos de píldoras, unas naranjas, otras azules, tabletas amarillas y blancas, ya las conocía todas, en su círculo acelerantes, antipsicóticos y antidepresivos eran entendidos como un privilegio cotidiano y sólo faltaba algún encuentro con un psiquiatra para obtenerlos. Tomó dos muñecas blancas, y las pasó por su garganta, adoraba la efedrina y más aún robada. Pasó un rato y regreso al cuarto, se alivió al encontrar a Mónica durmiendo profundamente. Se vistió y partió satisfecha, la adrenalina comenzaba a recorrerla, la dosis tomaba efecto...
Buscó el encendedor, lo había dejado sobre la cama, cualquier cosa menos regresar con ella, abrió la gaveta del lavabo, una caja de fósforos y varios frascos de píldoras, unas naranjas, otras azules, tabletas amarillas y blancas, ya las conocía todas, en su círculo acelerantes, antipsicóticos y antidepresivos eran entendidos como un privilegio cotidiano y sólo faltaba algún encuentro con un psiquiatra para obtenerlos. Tomó dos muñecas blancas, y las pasó por su garganta, adoraba la efedrina y más aún robada. Pasó un rato y regreso al cuarto, se alivió al encontrar a Mónica durmiendo profundamente. Se vistió y partió satisfecha, la adrenalina comenzaba a recorrerla, la dosis tomaba efecto...
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