no sintió sus patas cuando recorrieron hostilmente sus mejillas, entre sus dedos se escondieron caricias olvidadas en la intención, las que ocultaron los dobleces de la piel, y al momento preciso se sonrojaron encubriéndose en un recoveco para evitar la penosa fatiga de una negación.
Y no había sido sino la mera aprensión al amargo sabor de humillación la que había asustado tal escena, tal y como lo había fantaseado de nada servía, calor no llega sin roce.
Tuesday, November 08, 2005
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