Sexo Casual reposó su cabeza en la mesilla y busco en su pantalón el cigarro guardado, el papel lucía igual de estriado que su confianza, una vez más le había hecho honor a su apodo, odiaba aquel alias, pero lo habían repetido tantas veces que había olvidado el propio. Esa noche había sucumbido con una casada, algo arrogante pero con la autoestima más baja que ella hubiese conocido, le fue presentada por Atari, su secuaz recurrente; una tal Mónica, nombre inventado probablemente, al avistamiento de un placebo que le permitiese vengarse de su novio que hacía una semana que no dormía en “el depa”.
Aunque Sexo Casual no solía beber, pues era una voyeurista de convicción, y disfrutaba observar de sus compañeros embriagarse rápidamente, ya fuera fingido o real, sus pretensiones eran siempre las mismas, y ella las distinguía desde un principio.
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