Cuando escucho sigilosamente los albures que se susurran al oido,
hombrecillos ciegos,
habitantes de pasillos subterráneos,
no puedo evitar sonrojarme ante la atrevida osadía que ostentan.
Un observador inexperto no dudará nombrarlos tímidos y apáticos,
mas reto cualquier curioso ocioso que pose oído a puerta de una alcoba casual del topo,
se topará con una huella irónica en su estómago,
al precensiar la cotidianeidad con que seducen.
Wednesday, May 11, 2005
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment